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¿Por qué la gente emigra hacia países más infelices?


Mapamundi de la migración: los países en azul son receptores, en marrón emisores.
Algunos lectores de Latinoamérica han protestado porque en mi último post introducía la duda sobre la idoneidad del llamado Índice de Felicidad Planetaria. Conozco buena parte de los países que aparecen en el mapa (como visitante, no como residente) y me consta que la mayoría de sus habitantes están encantados de vivir allí y no sufren violencia ni persecución. Ahora bien, dudo mucho que se trate de los países “más felices”, una categoría cuando menos difícil de medir.
Dado que los sujetos de la felicidad somos las personas en aquel artículo proponía cotejar la clasificación de los países más felices con los flujos migratorios. La lógica dicta que tenderemos a emigrar desde países menos felices a países más felices, entendiendo la felicidad en sentido amplio: trabajo, bienestar, posibilidades de desarrollo personal, agua, alimentos, seguridad…
He recogido mi propio guante, y aquí están los resultados. A continuación reproduzco la clasificación de los primeros 20 clasificados en el Happy Index y, en la columna de la derecha, su flujo migratorio en el último año: negativo si tiene más emigrantes que inmigrantes, y positivo si recibe más emigrantes.


1. Costa Rica                      0,47
2. República Dominicana -2,22
3. Jamaica                           -5,7
4. Guatemala                    -2,21
5. Vietnam                         -0,38
6. Colombia                       -0,69
7. Cuba                                -1,56
8. El Salvador                     -3,27
9. Brasil                                -0,09
10. Honduras                    -1,3
11. Nicaragua                    -1.11
12. Egipto                           -0,21
13. Arabia Saudí               -7,6
14. Filipinas                        -1,34
15. Argentina                    0
16. Indonesia                    -1,24
17. Bután                            S.D.
18. Panamá                        -0,49
19. Laos                               S.D.
20. China                             -0,39
Como puede verse, sólo el primer clasificado, Costa Rica, tiene un saldo neto de emigrantes. El resto de los 19 países -con excepción de Argentina, que se mantiene en equilibrio- son “emisores” de emigrantes. Deduzco, por tanto, que hay más gente que prefiere salir del país que venir desde otro. [El caso de Arabia Saudí es peculiar. Se trata de uno de los países del mundo con mayor población emigrante, aunque este año haya tenido un ligero flujo de salida, probablemente motivado por la crisis].

Mapamundi de la felicidad: los países más felices, en verde; los menos felices, en marrón.
Ahora voy a hacer el cálculo inverso: en qué puesto de la clasificación del Happy Index aparecen los países que más inmigrantes reciben en el mundo. Entre paréntesis aparece la población TOTAL que emigrante que reside en cada país y la población RELATIVA en porcentaje. En la columna derecha aparece el puesto correspondiente en el ranking de felicidad:
1. EEUU                               (38 millones, 13%)          114
2. Rusia                                (12 millones, 8%)             108
3. Alemania                       (10 millones, 12%)          51
4. Ucrania                           (6,7 millones, 15%)         95
5. Francia                            (6,5 millones, 10%)         71
6. Arabia Saudí                 (6,3 millones, 25%)         13
7. Canadá                           (6 millones, 19%)             89
8. India                                (5,7 millones, 0,5%)        35
9. Reino Unido                 (5,5 millones, 9%)           74
10. España                          (4,7 millones, 11%)         76
Confirmado: las personas prefieren emigrar a países “menos felices”, según el Happy Index. Con excepción de Arabia Saudí, el décimo tercer país “más feliz” del mundo, e India, la gran masa de desplazados acuden a países que ni siquiera están en el top 50 del mundo o incluso, masivamente, a EEUU y Rusia, que ni siquiera están entre los 100 primeros. ¿A qué se debe esta disonancia? Se me ocurren un par de razones:
1. La gente emigra donde puede, no donde quiere
Si existiera libre circulación de personas a través de las fronteras, todo el que se viera obligado a buscar otro lugar de residencia escogería el que más posibilidades de desarrollo humano le brindara. En otras palabras, el que permitiría una mayor posibilidad de felicidad para sí y para los suyos.
Esto, claro no es así. Sin embargo, y por razones obvias, los países más atractivos para los emigrantes suelen ser también los más restrictivos a la hora de aceptar inmigrantes: es más fácil conseguir un permiso de trabajo en Guatemala que en EEUU y en Malí que en Noruega. Lo que resulta mucho más difícil es conseguir trabajo.
2. Las variables escogidas para elaborar el Happy Index no son adecuadas
Para elaborar la clasificación, el índice se atiene a tres variables: los años de vida (con datos del Índice de Desarrollo Humano), la satisfacción vital (a partir de la encuesta Mundial de Gallup y del Estudio de Valores Mundiales) y la huella ecológica del país (Red de Huella Global y WWF). En el último artículo hablaba del “sesgo ecologista” que introducía este último índice y que, de hecho, desvirtúa toda la clasificación.
¿Qué es la “huella ecológica”? La cantidad de superficie necesaria para mantener a cada uno de los habitantes de un país, incluyendo la superficie dedicada al pasto, los bosques, las construcciones y las emisiones de CO2 por habitante. El país con mayor huella ecológica del mundo es Emiratos Árabes, seguido muy de cerca por EEUU, Kuwait y todos los países de la OCDE, con excepción de Uruguay, que dedica una inmensa parte de su territorio a pastos.
Las emisiones de carbono suponen entre el 60 y el 80% de la huella ecológica de los países desarrollados, pesando desproporcionadamente a la “infelicidad” del país de marras, de modo que cuanto más emita cada nacional per cápita menos “feliz” es el país en sí. Paradójicamente, son precisamente esas emisiones (reflejo del gasto energético, al fin) las que permiten a los ciudadanos de esos países disponer de transporte, calefacción, aire acondicionado y un sinfín de electrodomésticos que les (nos) hacen la vida más cómoda y, hasta cierto punto, más feliz por más rabia que nos dé a los ecologistas y practicantes del downshifting.
En tanto este bienestar se puede externalizar (las emisiones contaminante se reparten por toda la atmósfera y una parte sensible de los residuos acaban en países miserables) vale la pena cruzar la frontera hacia países más hostiles con el medio ambiente (“menos felices”) porque su dosis alícuota de infelicidad la van a pagar todos. Por ejemplo, Pakistán, un país que, gracias a una de las huellas ecológicas más bajas del planeta, aparece en el puesto 24 del ranking de felicidad. ¿De veras alguien de los presentes quiere emigrar a Pakistán?
Para medir la felicidad (o su potencial) considero que es mucho más adecuado el Índice de Desarrollo Humano, en el que ya está considerado el factor ecológico. Islandia, Noruega, Australia, Canadá e Irlanda encabezan ese otro índice, elaborado por la ONU (y, por tanto, más políticamente correcto, siendo cínicos). Cuba no aparece hasta el puesto 51, Costa Rica en el 54 y Guatemala, ¡ay!, en el 122.
Huella ecológica por países.
Saldo migratorio neto, según World Factbook de CIA.
Índice de Desarrollo Humano.

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