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Un viaje al corazón de las tinieblas por la carretera más desolada del mundo

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Imagen de Pier Brito, a la sazón, ilustrador de la portada.

Emilio Bueso cambia de tercio en su nueva novela, ‘Esta noche arderá el cielo’. Si en la celebrada ‘Cenital’, los últimos humanos resistían en la serranía de Teruel, esta vez los protagonistas de la novela viajan en moto a otro fin del mundo: la carretera trans-taiga, una ruta “más desolada aún que las carreteras de Siberia”, que bordea el norte de la provincia canadiense de Quebec hacia ninguna parte.

En su intento de superar sus respectivos fracasos vitales, Mac y Perla emprenderán el viaje de su vida. Los dos moteros avanzan en dirección al Polo Norte, dejando atrás todo atisbo de civilización para adentrarse en esos 666 kilómetros, cifra simbólica que conduce hacia el Mal en una versión tan imprevista como monstruosa.

‘Esta noche arderá el cielo’ es una road-novel que hay que leer con una banda sonora roquera de fondo -ZZ Top, Buffalo Springfield, Canned Head…- Bueso escribe con una ametralladora que dispara palabras, ráfagas de frases cortas, párrafos que son tomas, capítulos que son secuencias (¿a qué están esperando para llevar sus historias al cine?). El influjo cinematográfico se percibe desde el principio, en la escena del ¿accidente? de la avioneta en el bosque, filmado/narrado desde tres puntos de vista.

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La carretera trans-taiga en Canadá, escenario de la novela.

El narrador a veces es omnisciente y otras sólo parece capaz de entrar en la mente de un personaje en particular, un juego narrativo que puede resultar desconcertante para el lector pero, finalmente, sirve de artificio cinematográfico, donde el verbo del enigmático narrador hace las veces de voz en off.

Y al igual que sucede en las mejores películas de acción (como en la reciente ‘World War Z’, otra de zombis alegóricos), no hay tiempo ni para presentar los personajes: la acción empieza de golpe y porrazo, y ya llegará el momento para conocer la historia y las motivaciones de Mac, Perla y los pocos “humanos” que deambulan por la taiga (los indios cree están despersonalizados desde el mismo nombre-apodo con que los nombran la pareja protagonista: Flecha Gorda, Enorme Cochero, etc.).

Esta misma técnica de dejar para el final la presentación de los protagonistas –momento flash-back- ya fue utilizada hábilmente por Bueso en ‘Cenital’. Sólo tres capítulos antes del final el lector lograba desentrañar las razones que impelían a Destral a comportarse como el líder mesiánico de un grupo de paranoicos apocalípticos que, por esta vez, estaban en lo cierto. En “Esta noche…” no conocemos las circunstancias vitales de la ambigua Perla hasta pasadas 200 páginas. Los personajes de Bueso se definen en la acción y sólo a posteriori se explican (o más bien se esbozan) sus motivaciones.

No es la única coincidencia entre ambas novelas. Aquí también hay acción, tiros a mansalva y una profunda desconfianza hacia la ciencia, que es como decir hacia el progreso. Si ‘Cenital’ propugnaba un retorno a la pretecnología (no quedaba otra), esta trasluce una cierta dualidad respecto a la tecnología, que lo mismo es liberadora (las atronadoras motos de los “prófugos”) que punitiva, los experimentos genéticos que veladamente han causado la génesis de Wendigo, una denuncia alegórica del autor, que observa con estupefacción el “progreso” de la Humanidad.

Y hasta aquí podemos leer. Consigue tu ejemplar de ‘Esta noche arderá el cielo’ en tu librería más cercana.

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