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Así serían los retratos más famosos de la historia del arte si hubieran sonreído para la foto

Semblante serio. Mirada firme al frente y, quizá, una curva en los labios apenas esbozada, pero poca cosa… Los retratos más famosos de la historia no muestran un rosario de marfil, precisamente. A pesar de que en el caso de muchos ellos han pasado siglos, la tecnología permite dar respuesta hoy a la pregunta del millón: ¿Cómo serían si hubiesen mostrado una línea de dientes rectos y limpios?

La respuesta, a decir verdad, es de lo más variada: algunos quedarían anacrónicos (no creemos que en el Barroco tuvieran tiempo para esas lindezas bucodentales), otros ganarían con su aspecto afable y hasta los habría que no deberían haber probado nunca a sonreír. Gracias a la ‘app’ FaceApp (iOS y Android) podemos descubrir cómo habría cambiado la historia del arte y de la humanidad con un poco más de chispa en las bocas de sus protagonistas.

No se salva nadie, ni siquiera la Mona Lisa, de cuya misteriosa sonrisa habla todo el mundo, aunque apenas esté compuesta por unos labios perfilados. ¿Qué hubiese pasado si Da Vinci se hubiera decidido a pintarla con más gracia? Probablemente, que el debate seguiría existiendo. Habría que saber a qué se debe esa carcajada congelada:

Ahora bien, una sonrisa puede ser también motivo de mofa y y hacer que no nos tomemos en serio el cuadro en cuestión. ‘El caballero de la mano en el pecho’, una de las obras más famosas de El Greco, es la representación perfecta del caballero español del siglo XVI. Sin embargo, pasado por el tamiz de FaceApp, parece un pícaro estilo Lazarillo, muy cercano a su época. Y casi imposible de tomar en serio.

Hablando de pícaros, si tomamos el retrato que Picasso pensó para la Celestina, uno de los personajes más famosos de la literatura española, y le ponemos una sonrisa, acentuamos su carácter malandrín. La alcahueta que trastocó las vidas de Calixto, Melibea y todos los que estaban alrededor de la joven pareja parece aún más mala con poco que enseñe sus pequeños dientes.

Autoridades con pitorreo

Aunque nos digan que tal rey o tal noble fueron buenos gestores, maravillosos gobernantes o pésimos administradores, la Historia no se ha centrado tanto en su vida íntima, en si contaban chistes o si reían con las gracias de otros. Ya que debían mostrar un porte distinguido, la sonrisa parecía prohibida. En cualquier caso, gusta ver cómo personas tan dispares como Felipe IV, su valido el conde duque de Olivares, Luis XII de Francia, Enrique VIII o Inocencio X podrían protagonizar un reportaje en una revista de moda y contar con el visto bueno de muchos.

Alfonso XII parece incluso un hípster actual, que seguro tendría muchos fans entre los jóvenes con su atractivo y un poco de porte milenial. Si no fuera por el uniforme, parecería que está a punto de irse de festival:

Quien también resulta más atractivo con una sonrisa es uno de nuestros poetas más reconocidos, Gustavo Adolfo Bécquer. El que sufrió por amor durante el Romanticismo y quien nos transmitió cuentos terroríficos ambientados en Castilla parece otra persona con una sonrisa en sus labios, como puede observarse en ese mítico retrato que está en los libros de texto del instituto. Es la típica foto que pondrías de perfil en tus redes sociales o en la biografía de tu página web:

Incluso Goya, de cuya vida conocemos lo mal que le sentaron la vejez y la sordera (algo que quedó reflejado en los cuadros de su última etapa), parece más bonachón y afable con una sonrisa en los labios. Difícil imaginarlo de este modo en la vida real, pero de haber posado así seguro que querríamos adoptarlo como abuelo:

Algo parecido le pasa a Velázquez, que precisamente pintó los retratos de Felipe IV, Olivares e Inocencio X que mostrábamos antes. Ahora está en boca de todos los fans de ‘El Ministerio del Tiempo’, más por sus meteduras de pata y sus ganas de viajar a otras épocas que por su talento. Su actitud hierática pintando ‘Las Meninas’ cambiaría si supiera que sería una de las estrellas de la televisión española.

Buenas mujeres

A la vez que cuesta tomarse en serio a los prohombres del arte universal con caras sonrientes y Bécquer y Goya parecen de otro mudo, existen mujeres a las que la sonrisa dulcifica el rostro y parecen mucho más amables. Frida Kahlo, que sufrió en vida incluso más que Goya (algo que también reflejó en su obra), es una mujer completamente distinta. Amélie Noellie Matisse-Parayre, la esposa de Henri Matisse y modelo de ‘La raya verde’, no es la misma tras pasar por FaceApp y añade más alegría a la explosión de colores que es el movimiento fauvista:

Incluso una de las mujeres cordobesas a las que pintó Julio Romero de Torres (altas, morenas, de pelo negro) tiene más del estereotipo de andaluz alegre si le ponemos una sonrisa. De hecho, solo le falta dar palmas y ponerse a bailar sevillanas:

¿En qué podría estar pensando una de las mujeres de Romero de Torres para sonreír? Nunca lo sabríamos, como tampoco lo sabríamos de ‘La joven de la perla’, uno de los cuadros más famosos de Johannes Vermeer. La sonrisa le queda bien y quizá por dentro estuviera pensando que, casi 340 años después de que la retrataran, Scarlett Johansson la haría famosa.

Que no sonrían

Lamentablemente, no a todos les sienta bien pasar por FaceApp y descubrirnos sus imaginados dientes. Si pensábamos que Miguel de Unamuno necesitaba una sonrisa después de vivir el tumultuoso cambio de siglo y las primeras décadas del XX en España, mejor que lo recordemos sin dientes. Y el apenado de Van Gogh, que se autorretrató numerosas veces con un semblante triste, seguiría teniendo razones en el siglo XXI para que no le pidieran un selfi:

Como FaceApp hace de las suyas, cuando en un retrato hay dos caras solo cambia la sonrisa a uno de ellos. Así, en algunos de los dúos más famosos de la historia del arte, como ‘American Gothic’ y ‘El matrimonio de Arnolfini’, las dudas serían tan numerosas como con la Mona Lisa: ¿por qué se ríe uno de ellos? ¿Qué le hará tanta gracia? Mejor dejar la duda en el aire y disfrutar de estas parejas parcialmente cómicas gracias a esta aplicación, que además de enseñar las obras cumbres de la pintura, nos entretiene poniendo un poco de chispa a su a veces oscura existencia.

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