Avalancha de información
Durante una gran parte de la historia la comida y la información han sido bienes escasos. Eso explica que los humanos hallamos desarrollado una tendencia a acumular grasas y una cierta avidez por recibir noticias. La abundancia de calorías baratas actual tiene como resultado la epidemia actual de obesidad (muy bien explicada por José Enrique Campillo en “El mono obeso”). La profusión de información deviene en la paulatina pérdida de valor de la misma: la crisis de la prensa (de pago) hunde sus raíces en su misma abundancia.
De la mañana a la noche estamos expuestos a una ingente cantidad de mensajes, tanto informativos como publicitarios…y cada vez es más difícil establecer la barrera entre unos y otros. En las ciudades hay ubicuos paneles informativos, pantallas de televisión en el metro emitiendo boletines de noticias, periódicos gratuitos, televisores perennemente reclamando la atención de los parroquianos…Eso en lo que respecta a la vía pública.
A nivel particular somos legión los que nos pasamos media vida en Internet, los teléfonos ya vienen con navegador de serie y se utilizan crecientemente para recibir correo electrónico y alertas de noticias. Las llamadas “redes sociales” son otro manantial constante de noticias, no tanto personales, como de la factoría de la información: la mediosfera.
Intentar evitar la información es ya todo un reto. Hace muchos años que escucho Radio 3, por ser una de las tres únicas emisoras de mi dial (las otras son Radio Clásica y Radio Círculo) que no tiene ni publicidad ni noticias. O no tenía: “Hoy empieza todo”, el programa matinal que más mal que bien sustituye a Siglo XXI incluye periódicamente unos absurdos boletines de noticias en los que se leen…los últimos teletipos recibidos. El único criterio de selección es la actualidad, un síntoma de la creciente enfermedad del inmediatismo: no importa tanto el alcance de la noticia como su instantaneidad.
Los nuevos responsables de Radio Nacional, al igual que muchos webmasters, debieron de considerar que un programa matutino se quedaba cojo sin su dosis correspondiente de actualidad. Pero resulta que la radio pública ya dispone de otras dos emisoras íntegramente dedicadas a ese menester, supongo que buenas en lo suyo, y el resto del espectro hertziano está repleto de más emisoras que, esencialmente, se dedican a generar información o comentar noticias ajenas. No hay, obviamente, un problema de oferta.
Esa pulsión por echar más cubos de agua al océano de la información –como gráficamente dice mi amigo Pepe Cervera– proviene de una mentalidad propia de los tiempos en la escasez de la información convertía en privilegiado al que la detentara. Pero esos tiempos han cambiado. No sólo disponemos de más información de la que podemos procesar, es que sabemos cómo acudir a las fuentes; no hace falta haber estudiado periodismo para llegar a las páginas web de Reuters, Efe, CNN y compañía y leer de primera mano las mismas noticias que más tarde difunden los medios. Basta un poco de curiosidad y un algo de idiomas.
Esto lo dice un bulímico de la información. Y ya se sabe que los bulímicos somos los primeros que deberíamos ponernos a dieta.
Imagen de Oscar Diéguez.
ACTUALIZACIÓN: Pensaba que la idea de equiparar la escasez de comida e información era mía pero revisando mis suscripciones me encuentro con este estupendo artículo de Pseudópodo en el que explica, mucho mejor que yo, este símil. Evidentemente, debí de leerlo y su contenido quedó flotando en el magma neuronal hasta brotar ayer,