La creatividad se puede desarrollar en muy diversas áreas: uno puede ser un gran músico, como Charles Mingus, un científico innovador, como Rodolfo Llinás, o un narcotraficante audaz, como Frank Lucas (que interpretó Denzel Washington en el biopic “American Gangster”), quien introdujo grandes cantidades de heroína en Estados Unidos utilizando los ataúdes de los soldados fallecidos en Vietnam.
La comparación puede parecer arriesgada. Y, de hecho, lo es, pero no por ello menos cierta. Por sorprendente que resulte, las carreras de los delincuentes de éxito suelen seguir unas trayectorias parecidas a las de los científicos de prestigio: “Ambos ámbitos están ocupados sobre todo por hombres jóvenes que empiezan a formarse ya de adolescentes, que se introducen en organizaciones más amplias a partir de los 20 años, que viajan a cierta distancia para convertirse en los mejores en su trabajo y que cuentan con mentores que les guían”, según resume Susan Pinker en su libro “La paradoja sexual”.
Pinker, hermana del asombroso Steven Pinker, basa su afirmación en el insólito estudio “The crime-genius connection” [.pdf], que realizó en 2003 el psicólogo Satoshi Kanazawa a partir de las biografías de 280 científicos y que luego cotejó con las biografías de notables delincuentes. Kanawaza descubrió que la mayoría de los grandes hallazgos de los científicos (y de las mejores obras de los artistas) se producen antes de los 25 años de edad, para luego decaer y, en su gran mayoría, vivir de las rentas. Como dice el psicólogo en el prólogo de su estudio,
“Paul MacCartney no ha escrito un éxito de ventas en años y se pasa la vida pintando. J. D. Salinger ahora vive en reclusión social y no ha publicado nada en 30 años. Orson Welles no tenía más que 26 años cuando escribió, produjo, dirigió y protagonizó “Ciudadano Kane”, que muchos consideran su mejor película. La relación entre la edad y el genio parece ser la misma en el ámbito científico”.
La explicación que da Kanawaza a esta explosión precoz seguida de una lenta decadencia se llama testosterona, la hormona que define en gran medida la masculinidad:
“Los delincuentes y los genios evolucionan son altamente competitivos en la primera edad adulta pero “se apagan” cuando se casan y tienen hijos. Los fluctuantes niveles de testosterona, que descienden cuando los hombres se casan y tienen hijos, pueden ofrecer la microfundación bioquímica para este mecanismo psicológico”.
Pinker se apoya en un segundo estudio para sustentar su tesis del paralelismo entre científicos y criminales. Tres investigadores americanos analizaron el registro criminal de 268 varones presos para determinar que aquellos que habían logrado mayores beneficios económicos durante su carrera delictiva (100.000 dólares de media frente a los 12.000 del segundo grupo) habían tenido mentores más mayores que habían seleccionado a sus protegidos a partir de sus características personales. Exactamente igual que en el ámbito científico.
Más información en Why productivity fades with age: The crime–genius connection