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¿Cómo son realmente nuestras naves espaciales en comparación con las de ‘Star Wars’?

En la última entrega de ‘Star Wars’, Episodio IX: ‘El ascenso de Skywalker’, hemos podido disfrutar otra vez del vuelo del Halcón Milenario y contemplar a sus nuevos tripulantes. Pero no es la única nave espacial del film que nos resultará familiar: también vemos unos cuantos cazas estelares, como el temible TIE Silenciador que transporta a Kylo Ren, o muchos (pero muchos) destructores imperiales. Pero, ¿se parecen en algo los vehículos de la famosa saga intergaláctica a los que hoy viajan por el espacio exterior? ¿Cómo son nuestras construcciones espaciales más sofisticadas comparadas con las de la película protagonizada por la valiente Rey o las de sus antecesores?

La nave Orión o los cohetes de SpaceX no son un disco volante

Aunque el Halcón Milenario se haya convertido en una de las naves espaciales más célebres de la ciencia ficción, lo cierto es que algunos investigadores le han buscado el lado oscuro. Sus acrobacias, similares a las de un avión, el zumbido de sus motores pese a que el sonido no se propaga en el vacío o la generación de gravedad en el interior de la aeronave son algunos de los aspectos que incluso han criticado profesores de la Universidad Politécnica de Cataluña.

Más allá de esos detalles, y como es lógico, no hay ninguna nave real que supere la velocidad de la luz como hace el Halcón Milenario. El 12 de agosto de 2018, la NASA lanzó la sonda Parker Solar Probe, que tratará de rozar el Sol a 700.000 kilómetros por hora (194 kilómetros por segundo), lo que supone el equivalente a recorrer en un minuto los casi 11.000 kilómetros que separan a Tokio y Nueva York. Una hazaña que la convertirá en la nave más rápida de la historia, pese a estar muy lejos aún de esos 300.000 kilómetros por segundo.

Es más, el diseño del Halcón Milenario, de unos 30 metros de largo, se parece más al de un imaginario platillo volante lleno de extraterrestres que al de una aeronave real. No en vano, los propios creadores pretendían que su forma fuera original. En el rodaje de ‘Una nueva esperanza’, idearon una aeronave de diseño más convencional (la que acabaría siendo Tantive IV en la saga), pero se percataron de que una serie de televisión mostraba un vehículo espacial muy similar, así que le dieron su característica forma de hamburguesa.

En la realidad, muchas de las naves espaciales tripuladas, desde las cápsulas utilizadas en las misiones Apolo a las más sofisticada y amplia Orión (de unos 5 metros de largo y 4,5 de alto, y uno de los proyectos más importantes en los que la NASA y la ESA están involucrados) tienen forma de cono truncado. Ese diseño clásico continúa usándose por su eficacia a la hora de regresar a la Tierra. Al descender, las cápsulas impactan contra las moléculas del aire y su forma hace que se cree una capa de aire alrededor del vehículo que lo protege de las altas temperaturas cuando entra de nuevo en la atmósfera terrestre. Si su extremo inferior tuviera forma de aguja en lugar de esa gran base redondeada, se calentaría excesivamente.

Ahora bien, algunas naves concebidas en el planeta Tierra también tienen formas impactantes: la NASA lanzó hace un par de años una nave similar a un platillo volante, aunque lamentablemente acabó estrellándose, y uno de los diseños más extraños que la agencia espacial ha financiado es un vehículo con forma de lámina ideado para envolver los desechos espaciales.

Tampoco las naves se elevan con tanta facilidad como el Halcón Milenario u otras de la saga, que despegan del suelo como si fueran helicópteros. Desde hace décadas, son los cohetes los que las propulsan para ponerlas en órbita. Sin embargo, también hay quien quiere innovar en este ámbito. Uno de los que más empeñados está en hacerlo es el excéntrico Elon Musk, fundador de SpaceX. La compañía ya ha logrado lanzar al espacio un cohete recuperable, su Falcon 9, capaz de volver a la Tierra y aterrizar sobre una barcaza después de poner su carga en órbita.

Más ambicioso aún es uno de los últimos proyectos del magnate sudafricano, el BFR (‘Big Fucking Rocket’). Con 9 metros de diámetro y 106 metros de alto, una altura similar al célebre Saturno V que llevó el hombre a la Luna, este cohete propulsado por 31 motores pretende llevarnos a Marte en 2022. En su parte no desechable (la que llegará al planeta rojo o nos trasladará de una punta a otra de la Tierra en menos de una hora) se alojarán hasta 100 pasajeros distribuidos en una cuarentena de camarotes, muchos más tripulantes de los que ha albergado el Halcón Milenario.

La ISS, ¿la Estrella de la Muerte pacífica?

Otra de las construcciones espaciales más míticas de la saga, la destructiva Estrella de la Muerte, también tiene una versión de este mundo. Podríamos considerar que la versión real de esa estación espacial de combate creada por el Imperio Galáctico es la Estación Espacial Internacional (ISS) que orbita la Tierra y ha permitido investigar a astronautas de casi una veintena de países.

No solo su fin es diferente al del complejo capaz de destruir planetas con un temible láser, sino también su tamaño. La ISS, la mayor estación espacial, mide 109 metros de largo, y sería una miniatura respecto a la Estrella de la Muerte: se calcula que la primera de la saga tenía entre 120 y 160 kilómetros de diámetro, y la segunda, unos 900 kilómetros.

Hace unos años, más de 30.000 personas firmaron una petición para solicitar al Gobierno de Estados Unidos que construyera una Estrella de la Muerte fuera de la ficción. Con gran ironía, la Casa Blanca respondió que el presupuesto sería desorbitado (850.000 billones de dólares) y que no merecía la pena construir una estación de esas características teniendo en cuenta que puede destruirse con facilidad: recordemos que a Luke Skywalker le bastó con disparar en un conducto de escape para provocar la explosión de la primera.

Compuesta por diferentes módulos y provista de enormes paneles solares, la ISS, cuya jubilación está prevista para 2024, en poco se parece a la esférica Estrella de la Muerte. Tampoco se asemeja su posible descendiente, la Deep Space Gateway, que estará en órbita alrededor de la Luna y será más modesta que la veterana estación espacial. En realidad, el destructivo complejo se parece a otro cuerpo del espacio: Mimas, una de las lunas de Saturno, con un cráter muy similar al de la estación.

La parte real de los cazas estelares

La ISS, por su parte, es similar desde un cierto ángulo a los cazas estelares TIE (Twin Ion Engines, doble motor de iones) de la saga. Pero las semejanzas van más allá, porque la propia NASA está usando los motores de iones. Dawn, una sonda que orbita en el planeta enano Ceres, cuenta con uno, y la Universidad de Michigan ha diseñado un propulsor de iones, el X3, gracias al que podríamos viajar a Marte en los próximos años.

Eso sí, la forma de los cazas estelares es en realidad similar al de las aeronaves que han sobrevolado el campo de batalla en la Tierra. No en vano, hace cuatro décadas, George Lucas soñaba con recrear con naves espaciales los combates aéreos de la II Guerra Mundial en el primer film de ‘La guerra de las galaxias’.

Ahora bien, el diseño de otra de las naves imperiales que vimos en la (por ahora) última entrega de la saga, así como en ‘Rogue One: Una historia de Star Wars’, es aún más extraño que el de los cazas estelares. Los Destructores Estelares Imperiales son gigantescos en comparación con las naves espaciales reales (un usuario de Reddit comparó el Ejecutor, nave insignia de Darth Vader, con el distrito de Manhattan), su forma de pizza o cuña no tiene mucho sentido a juicio de algunos expertos (no puede aprovecharse de las corrientes de aire ascendentes, puesto que en el espacio no hay aire) y el coste para construirlo también sería desproporcionado.

A todo ello hay que sumar que tampoco es indestructible: una pequeña nave impacta contra el sistema de control del Ejecutor y este se precipita hasta chocar contra la segunda Estrella de la Muerte. Por otro lado los Destructores Estelares clase Resurgente que se ven en ‘El despertar de la fuerza’ y ‘Los últimos Jedi’ son más elegantes y carecen de la gran torre de control en la parte trasera. Las naves vistas en ‘El ascenso de Skywalker’, sin embargo, son los destructores imperiales de antaño, el llamado Destructor Estelar clase Xyston, también conocido como el ‘Destructor Estelar Sith’, que es el modelo de destructor utilizado por la Orden Final de Darth Sidious y que cuenta con un gran cañón capaz de destruir planetas. Este tipo de nave es el que se ve estrellado en las arenas de Jakku, una señal metafórica de que el Imperio había sido reemplazado.

Así que, como hemos podido comprobar, las naves de ‘La guerra de las galaxias’ tienen unas capacidades superiores a las más punteras que se están creando en el planeta Tierra y son muy diferentes a las que se están construyendo en la realidad, guardando tan solo ciertas semejanzas con ellas. De un modo u otro, disfrutaremos igualmente viéndolas en acción en la última entrega de la saga de ‘Star Wars’. Al fin y al cabo, las aventuras de Rey y Luke discurren en galaxia muy, muy lejana.

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