Hoy es 15 de septiembre. En este momento, cientos de miles de personas marchan por las calles de Madrid bajo el lema “Occupy the Congress”, plan metafórico de acción que sin embargo revela fielmente los anhelos secretos de la más que indignada población.
No hay sanidad, no hay educación, no hay trabajo. ¿No hay trabajo? Algo hay. Por lo menos, es lo que parece después de analizar durante algunas semanas nuestro mercado laboral, que parece especialmente diseñado para convertir la búsqueda de empleo en una gran broma. Sueldos míseros, condiciones imposibles… y eso es sólo el principio.
Arrancas los primeros días de tu búsqueda lleno de ilusión y expectativas. Vale, sabes que la cosa está muy malita, pero tu currículum no está nada mal: acabas de terminar la carrera, hablas inglés (más o menos), formación complementaria… aunque no tienes experiencia, seguro que alguien se fija en ti.
Comienzas preguntándote dónde echar tus currículums y a primera vista lo lógico es plantearte las siguientes tres opciones: en un portal de búsqueda de empleo, directamente en los sitios que te interese trabajar o entregándolo en mano.
Las primeras dificultades
Entras, por ejemplo, en Infojobs. Iluso de ti, rellenas los formularios, subes tu currículum, haces un perfil público… tras más o menos 30 minutos ya estás dado de alta. Configuras el buscador para encontrar las ofertas a tu medida. Comienzan las hostilidades.
Como aún no tienes experiencia decides empezar a buscar algo sencillito, por ejemplo, una beca. Seleccionas las 5 primeras ofertas y comienzas a leer.
“Importante empresa líder en su sector busca becario para realizar las labores de (pon aquí el mismo trabajo que realizarán tus compañeros ganando el triple que tú). Se busca persona proactiva, trabajadora etc etc…”
Ahora viene lo bueno:
Experiencia mínima: 1 año.
Inglés muy alto.
Se valorarán conocimientos de francés, alemán, portugués o polaco.
Manejo alto de las herramientas Office (powerpoint, Excel Word), se realizará prueba.
Conocimiento elevado de (Pon aquí un programa que probablemente no hayas visto en tu vida).
Imprescindible haber cursado o estar cursando un máster relacionado con el sector.
Salario bruto: 300 euros mensuales.
Esta es una oferta estándar tipo de las que te puedes encontrar ojeando la Red. ¿Alguien entre el público con ganas de gastarse miles de euros en un máster para terminar cobrando 300 euros (brutos) al mes? Enhorabuena, cuentas con el perfil que buscas.
Decidido a no desanimarte, decides probar suerte. ¡Caray, 2376 candidaturas! Menuda competencia… Te tiras la mañana, has enviado del orden de 40 solicitudes… alguna colará. O eso crees. Pasan los días y observas que al menos la mitad las han descartado sin abrir ni siquiera tu currículum. Normal, a ver quien es el guapo que se dedica a estudiar uno a uno a los 2000 y pico candidatos que aspiran a un único puesto.
La cosa se complica
Como todavía te quedan alternativas, decides optar por el plan B: enviar tu cv directamente a los sitios donde quieres verte currando.
Primer intento. Accedes a la web en cuestión, buscas y rebuscas entre la letra pequeña (esa donde no mira nadie) hasta que encuentras aquella frase de: “trabaja con nosotros”. Clickas, esperando poder enviar tu currículum… pero no. Primero tienes que hacerte una nueva cuenta con ellos, rellenar el formulario, y así podrán enviarte las ofertas que se adecúen a tu perfil, aparte de 4 mails publicitarios por día, claro está.
Media hora después, terminas de rellenar tus estudios, experiencia, idiomas, motivaciones y hasta el color de ojos, sólo para comprobar que la empresa ahora dispone de dos puestos vacantes, nada relacionados con lo tuyo y en la otra punta del país. Siguiente intento, y siguiente y siguiente, hasta que te das cuenta que has tirado toda la mañana en enviar 5 currículums y llenarte la bandeja de entrada de correo basura.
Te queda la última opción. Imprimes a color una buena pila de currículums, te armas con tus mejores galas y recorres las calles cual vendedor de enciclopedias a la búsqueda de empleo. De nuevo, tras gastar el día calentando aceras, reparas en que has enviado nada más que otras cinco candidaturas. Probablemente ni eso, que te ha parecido ver como la señorita de recepción a la que entregabas tus esperanzas se deshacía disimuladamente de ellas en el cubo de la basura.
Pero llega el día esperado
Tranquila señora, sólo venimos a venderle la moto
Contra todo pronóstico, los planetas se alinean y un día recibes la llamada. “¿Fulanito? Mira te llamo de granimportantemultinacional S.A., nos enviaste tu currículum y estaríamos interesados en hacerte una entrevista”. Pensado que es tu gran oportunidad, conciertas una cita. Revisas la oferta en cuestión y te sorprende que es una de las pocas que no pedían experiencia previa ni (que raro) tampoco explica claramente de qué trata el trabajo.
Con la mosca tras la oreja decides mirar un poco por Internet a ver de qué trata el tema. Sólo para ver que las palabras “timo”, “estafa” y “engaño” son los trending topic relacionados con la actividad de esa empresa.
Como eres muy optimista decides presentarte a ver qué encuentras. Tras muchas sonrisas, un par de formularios y un par de entrevistas termina el desengaño: se trata de ir puerta por puerta engañando viejecitas.
El triste final
Vuelves a casa, contando aún entre las filas de los desempleados (o quizá no). Enciendes el ordenador y sigues con la interminable búsqueda, pensado precisamente eso. Que el empleo en España es un engaño.
Julio Hernández.