Zoológicos. Esos lugares donde juntamos a animales de todo el planeta para verlos fuera de su hábitat natural. Muchos niños los aman, mientras que algunos ecologistas preferirían verlos cerrados para siempre o reconvertidos en santuarios. En cualquier caso, lo que está claro es que sirven para contemplar bichos semidomesticados por humanos. Pero ¿y si los humanos fuéramos a su vez seres enjaulados en el planeta Tierra para disfrute de los extraterrestres ? Por insólito que parezca, hay quienes se plantean esta hipótesis.
Y no lo hace cualquier amante de las conspiraciones, sino todo un estudioso universitario. El doctor en Astrofísica de la Universidad de St. Andrews (Reino Unido) Duncan Forgan, ha rescatado recientemente la conocida como hipótesis del zoo. Formulada a principios de los 70, planteaba que el modelo galáctico en el que vivimos está observado por civilizaciones extraterrestres que estarían pasando de nosotros olímpica y premeditadamente. Todo lo contrario de lo que piensan aquellos que se empecinan en buscar vida más allá de la estratosfera.
Así, para estos extraterrestres, nosotros también seríamos unos animales a los que contemplar, pero nada más, y por eso ni siquiera han intentado contactar con nosotros, bien para protegerse a sí mismos o para protegernos a nosotros, una norma que habrían acordado entre sí. Es lo mismo que sucede en un lugar con animales: los cuidadores intentan interferir o interactuar con ellos lo menos posible para que sigan desarrollando una vida normal.
John Ball, un astrónomo del MIT, planteó esta posibilidad allá por 1973 con su hipótesis del zoo, sugiriendo que la Tierra es ese zoo o incluso una reserva natural como las que pueblan África y son carne de safaris. Algunos de sus seguidores incluso dicen que hay equipos de vigilancia en el planeta Tierra o el Sistema Solar para observarnos y mandar información.
La hipótesis del zoo es una respuesta a la llamada paradoja de Fermi, que asegura que existe un gran número de civilizaciones extraterrestres pero, a la vez, ninguna prueba de su existencia. La paradoja surge al concluir que, si de verdad existen, nuestras observaciones son defectuosas y hay que mejorar los métodos. Formulada en los años 50 de la mano del físico Enrico Fermi, buscaba responder a la pregunta de si estábamos solos en el universo. La solución a esta paradoja, claro, encaja a la perfección con la insólita hipótesis del zoo.
Desmontando la hipótesis
Pero ¿cómo es el modelo galáctico que propone en pleno siglo XXI Forgan, a través de la hipótesis del zoo, para preguntarse si realmente sería posible que existieran civilizaciones extraterrestres que nos vigilaran?
Según su teoría, y de ser cierta la hipótesis del zoo, en el espacio exterior habría civilizaciones en determinados puntos considerados habitables. Para su investigación, Forgan ha hecho que un ordenador simule la aparición y desaparición de estas civilizaciones en puntos aleatorios de dichas zonas habitables. Una vez hecho, el algoritmo mide la distancia entre estas civilizaciones y calcula si es posible que exista comunicación entre ellas. Si es posible esa comunicación, quizás las dos civilizaciones habrían llegado a una especie de acuerdo o tratado sobre los humanos.
Una vez llegados a este punto y con este acuerdo entre dos pactado, Forgan se pregunta si sería posible que otras civilizaciones se conectaran y se sumaran al acuerdo. Al sumar una nueva especie extraterrestre a las anteriores, el ordenador buscaría a la siguiente para integrarla en el resto y así sucesivamente. Si una de ellas no se conecta al grupo anterior (quizá porque no está lo suficientemente cerca), se podría convertir en la líder de un nuevo grupo de civilizaciones. El objetivo es que, al final, todos los grupos y civilizaciones estén unidos en un solo equipo con la misma opinión sobre qué hacer con los humanos.
Sin embargo, el modelo simulado por Forgan mostraría que, en realidad, hay pocas civilizaciones en el gigantesco espacio exterior y, por lo tanto, pocas posibilidades de que estas terminen unidas mediante tratados. Y aunque hubiera muchas, sería muy difícil que todas estuvieran en un mismo grupo, ya que varias de estas civilizaciones estarían en los límites de las zonas habitables y, por tanto, con menos posibilidades de comunicarse con las demás. Además, si existieran, se debería tener en cuenta también cuándo surgieron y si ya habrían desaparecido. Por ello, Forgan clasifica también los puntos simulados según su supuesto nacimiento.
Un zoológico impuesto
Pero además de fórmulas e hipótesis matemáticas y astronómicas, Forgan articula razones puramente políticas para desmontar la hipótesis del zoo: “Si los camarillas de las civilizaciones entraran en contacto, es probable que mantuvieran perspectivas significativamente diferentes del universo y de los derechos y responsabilidades de los seres sensibles y las instituciones que crean”.
Por tanto, si ya de por sí parece difícil que las razas extraterrestres existan y que pudieran estar en contacto entre ellas, todavía lo parece más que tuvieran un punto de vista único y consensuado sobre qué hacer con nosotros. Y eso lleva a otro planteamiento: si la hipótesis es correcta y todos nos vigilan, “deberíamos concluir que probablemente sea impuesto, quizá contra los deseos e intereses de la comunidad galáctica”, por medio de alguna especie de militares o gobernadores autócratas. Demasiado parecido a algunos de nuestros países llenos de humanos, ¿no? Sea de una forma u otra, la verdad está ahí fuera.
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Con información de Wikipedia (1, 2, 3), Technology Review y Cornell University Library. Imágenes de Pixabay, tagcoor 10_3, y encouragement.
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