Un programador llamado Jeff Atwood decicó algo de tiempo y varias entras de su blog, el siempre recomendable Coding Horror, a un sano entretenimiento al que llamó El Gran Experimento del bitrate en los MP3. Su objetivo: comprobar de forma empírica si para la gente normal y corriente hay realmente diferencias cualitativas a la hora de escuchar la música en diversos formatos MP3 frente a los tradicionales.
Los contendientes eran los formatos tradicionales denominados «sin pérdida de calidad», básicamente CD (Disco Compacto) y FLAC frente a formatos de compresión con pérdida de calidad: MP3 con diferentes bitrates. La tasa de bits, más conocida por su nombre en inglés, es una característica clave porque básicamente determina cuánta información se transmite por unidad de tiempo: en este caso son las ondas que definen la música y se convierten en voces humanas y notas de los instrumentos. En el mundillo de los MP3 suelen usarse codificaciones de 64, 128, 192 o 320 Kbps (kilobits por segundo).
Como todo en la vida, la codificación de la música es un compromiso entre calidad y cantidad: una canción almacenada en el mejor de los formatos posibles –para casi todos los expertos, ese es el CD– puede ocupar unos 50 MB (megabytes), tal vez 40 o 35 solamente utilizando alguno de los compresores sin pérdida que ahorran algo de espacio sin pérdida de calidad (FLAC, Apple Lossless, etcétera). Esa misma canción en MP3 puede variar entre 4, 8 y 12 MB según el bitrate (64, 128 y 192 Kbps). Para complicar aun más la cosa, también se puede elegir entre un bitrate constante (CBR) o variable (VBR) que suele resultar óptimo al comprimir con diversos bitrates diferentes momentos de las canciones.
Para muchos usuarios, poder almacenar entre 5 y 10 veces más música en el mismo espacio es un ahorro importante, fácil de traducir si se tiene en cuenta el precio de los discos duros, memorias Flash o almacenamiento en los iPod, tabletas y similares. Pero desde siempre ha habido dos escuelas enfrentadas: la de los audiófilos que consideran que nada puede igual la calidad máxima del CD y la de los que, con un sentido más práctico, consideran ridículas las diferencias entre un MP3 y CD, si es que acaso las hay.
El estudio experimental de Atwood buscaba precisamente arrojar un poco de luz sobre esas teorías partiendo de lo básico: escuchar música, cuantificar su «calidad» y decidir cuál es el mejor formato en función de las diversas variables. Para ello preparó cinco ficheros de audio distintos: uno de ellos sin comprimir y otros cuatro comprimidos a diversos bitrates entre 128 y 320 Kbps. Los puso en su servidor para que la gente los escuchara y votara (con una «nota» de calidad del 1 al 5) sin saber cuál era cual. Y en total consiguió que más de 3.500 personas contribuyeran a los resultados – cientos más que para muchos de los «estudios de calidad» que se mencionan en los anuncios de la tele.
Los resultados los analizó con una hoja de cálculo y diversas herramientas estadísticas, que mostraban las tendencias y conclusiones de forma bastante clara:
Como conclusión, ya sabemos pues a qué tasa codificar y comprimir si queremos un buen ahorro en almacenamiento sin perder calidad: a MP3 de 192 Kbps VBR, el formato ganador de la prueba.
{Foto: Feel The Music! (CC) Robert D. Brooks @ Flickr}