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Izquierdas y derechas de copia


El profesor de estudios legales empresariales en la universidad de Harvard Yochai Benkler, durante el seminario sobre su libro 'La riqueza de las redes' que tuvo lugar esta semana en el Medialab-Prado de Madrid.

Uno de los momentos más interesantes del reciente seminario del profesor de Harvard Yochai Benkler sobre su libro La riqueza de las redes sucedió durante el coloquio con los profesores Langdon Winner y Javier Bustamante. El libro es una caracterización de la economía política de la producción social, ese tercer modo productivo, tras la planificación centralizada y la descentralización del capitalismo de mercado, al que Benkler también llama «producción entre pares». Langdon Winner le preguntó por la recepción de sus ideas por parte del establishment económico y académico, y la respuesta de Benkler le provocó la sonrisa a más de uno.
Parafraseando, Benkler vino a decir que quienes habían leído solo la primera parte de su libro, el análisis económico de los fenómenos de producción en red como Wikipedia y el software libre, creían que era un liberal de mercado con tendencias a lo que llaman tecno-determinismo y un utopismo de «ideología californiana». Sin embargo, los que habían profundizado en la segunda y terceras partes de su libro, donde se mete en la harina de los mecanismos de gobernanza, tanto internos (desde los propios proyectos) como externos (legislación y regulación en la esfera pública) se sorprendían de ver una ideología tan…. «¡socialista!»
Salvando las distancias, puedo decir que he tenido casi la misma experiencia. En mayo del año 2000 participé en dos encuentros de signo muy distinto en torno a las licencias libres para la edición de libros. El primero de estos actos fue en la Asociación Cultural Aurora, la histórica agrupación anarquista cuya sede estaba entonces en la calle Fuencarral. Allí estaban Emmanuel Rodríguez y David Gámez, los editores de Traficantes de Sueños, editorial que por aquel entonces ya practicaba el anticopyright y estaba contemplando usar licencias libres más estándar para sus ediciones. Pero también había otros personajes (de los que no recuerdo ni el nombre ni la cara) que supongo formarían parte del colectivo. Lo que sí que recuerdo es el discurso de uno de ellos, declarando que todo eso de la copia gratuita era un invento neoliberal para apropiarse del valor excedente del trabajo del obrero.
Esa misma semana contribuí como ponente en el curso «La edición digital y los derechos implicados«, dirigido por José Antonio Millán en el Círculo de Bellas Artes. Mi contribución se titulaba «las tendencias que se apuntan» y trataban de lo habitual en mí: cómo ganar dinero sin poner puertas al campo. Allí una de las asistentes al curso, empleada de una editorial con apellidos de rancios editores en el nombre, expresó la duda sobre la viabilidad de «esos planes comunistas». Y esta división de opiniones se extiende por la sociedad.
A Yochai Benkler le llaman cosas distintas según la parte de su libro que se hayan leído, pero es posible oir dos interpretaciones polarmente opuestas de la misma frase sobre la libertad de copia. El copyleft, la copia permisiva, la producción social o como se la desee llamar es un fenómeno tan potente, y potencialmente tan disruptor del statu quo, que cada uno proyecta en él sus miedos y esperanzas. Para cierta derecha individualista y económicamente liberal, es una muestra de «verdadero liberalismo«. Otros lo critican tachándolo de comunista, como hizo Bill Gates, porque (parafraseando) «las patentes y la propiedad intelectual son lo contrario del comunismo«. Por supuesto, hubo quien reaccionó aferrándose a la etiqueta de «comunista» pero declarándola positiva, afirmando que el software libre es la expresión real del «de cada quien según su capacidad y a cada quien según su necesidad«. Y otros rechazando la etiqueta de «comunista», porque la consideran negativa.
Hasta los jerifaltes de la SGAE, en su despotricar sobre las licencias libres, dicen que son «son para autores que son ricos de cuna» y que «impiden que el autor viva de sus obras, como el obrero de su trabajo«. Algo raro pasa cuando el anarquista de la Asociación Aurora y el plutócrata moderno con franquicia estatal tienen el mismo discurso, casi palabra por palabra.
Como en el relato de Chesterton en el que el Padre Brown descubre que los testigos de un crimen estaban describiendo sin darse cuenta a la figura que veían al reflejarse en unespejo, todos estos comentarios sobre la cultura libre dicen en realidad más sobre el comentarista que sobre la cultura libre en sí. Al asociar la cultura libre a su ideología (unos diciendo que es liberal y buena, y otros comunista y buena), ambos campos reflejan lo mejor de sí, sus tendencias más positivas. Estas tendencias positivas son similares en ambas ideologías, al menos en sus objetivos declarados. Al denostar la cultura libre como ejemplo de la ideología contraria (unos diciendo que es liberal y mala, y otros comunista y mala), ambos campos reflejan lo peor de sí.
De la cultura libre yo esperaba muchas cosas, pero jamás esperaba ver en ella un espejo de feria que revelara los entresijos del alma humana. Y que, como todos los espejos, pusiera de manifiesto la frecuente arbitrariedad de la distinción entre izquierda y derecha, aún más patente al hablar de derechos de autor.

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