En cualquier baño público, el arte se esconde detrás de las cabinas. En forma de «te quieros», un par de «amigas para siempre» o varias demostraciones de que «Christian estuvo allí». Corazones y genitales conviven en las puertas de los urinarios, mientras son testigos de alguna indigestión o la salida al exterior de unas cuantas cervezas.
Todos hemos visto las típicas frases y dibujos que adornan las paredes de un baño público, e incluso algunos habremos caído en la tentación de dejar nuestro garabato antes de salir. No hay de qué avergonzarse: detrás de ello hay toda una ciencia.
Conocido como ‘latrinalia’ o graffiti privado, este fenómeno de estudio comenzó hace tiempo, en la década de los cincuenta, con la investigación realizada por el pionero en sexología Alfred Kinsey. En 1953, el equipo de Kinsey se dio cuenta de que los mensajes que suele escribir un hombre en un baño público suelen diferir de la marca que deja una mujer. Así, el sexo masculino tiende a escribir más que el femenino, y en sus escritos transmite más referencias sexuales que las mujeres.
La curiosidad por saber qué es lo que nos incita a escribir en las paredes y puertas de un urinario provocó una marea de estudios durante los años sesenta, setenta y ochenta. Y en todos ellos, los científicos vinieron a decir lo mismo que ya predijo Kinsey: que las improntas masculinas destapaban los instintos sexuales mientras que los sellos femeninos dejaban entrever más interacciones y referencias amorosas.
Según el psicólogo estadounidense Nicholas Matthews, es bastante probable que todos los «te quiero», los nombres o los insultos que encontramos en un baño público respondan a lo que dicta la psicología evolutiva sobre nuestro comportamiento como hombres y mujeres. Y ello, simplemente, por lo singular que resulta un baño.
El hecho de hallarse solo o sola en un espacio pequeño puede despertar el deseo de revelar pensamientos sexuales que no confesaríamos si estuviéramos con alguien más, y que serían, precisamente, propios de nuestro género.
Además, el graffiti privado cuenta con una audiencia que, lejos de ser general, se refiere únicamente a nuestro sexo. “De esta forma, las conversaciones que ocurren en los muros de los urinarios proporcionarían evidencias para los pensamientos específicos de género y los comportamientos, como predice la psicología evolutiva”, señala Matthews en una de sus investigaciones.
Sin embargo, no todos los científicos están de acuerdo en eso de la psicología evolutiva. A lo largo de los años, se han dado explicaciones tan peculiares como la ofrecida en 1966 por el investigador del folclore Alan Dundes, según el cual los hombres dibujan en las paredes del baño debido al instinto primitivo que todos tienen de untarse – no hace falta nombrar con qué -, y qué mejor sustituto que un rotulador o un bolígrafo.
Aún así, la latrinalia es considerada todo un arte entre los grafiteros. El graffiti privado es uno de los tres formatos en los que se suele presentar el arte callejero. Penes, vaginas, «te quieros», insultos y firmas forman parte de toda expresión del ser humano. Aunque, seguramente, no pensaremos en ello cuando entremos en un baño público. Más bien, ¿qué habrá sido de aquel amor que hubo entre «el Jonathan y la Vane»?
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Con información de The Atlantic, EJHS, y J-Fast Graffiti
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