“La era del petróleo barato creó una burbuja artificial de plenitud, durante un período no mucho mayor que el de una vida humana: alrededor de 100 años… Descubriremos de forma abrupta que el gigantesco crecimiento de la población fue un simple efecto secundario de la era del petróleo”.
James Howard Kunstler
De todos los apocalipsis posibles que se ciernen sobre la Humanidad en este aciago 2012, el que puede desencadenar el agotamiento de los combustibles fósiles es el más cercano, palpable y amenazante.
Hay quien considera que la crisis actual que atenaza a Occidente no es meramente financiera-inmobiliaria, sino energética-ecológica: las economías del norte se están quedando desprovistas de combustible, en el sentido literal (el petróleo fluye cada vez más hacia Oriente y hacia el Sur) y metafórico (somos sociedades envejecidas que adolecen de la pujanza demográfica requerida para crecer).
El escritor Emilio Bueso va un paso más allá y plantea una hipótesis salvaje en su novela ‘Cenital’ (Salvo de Página, 2012): el famoso “pico del petróleo” no derivará en una lenta decadencia de las economías prósperas, sino que provocará un colapso global y fulminante del sistema productivo, del transporte a la agricultura, pasando por el modelo urbanístico. Sólo sobrevivirán a la inminente escasez pequeñas ecoaldeas que hayan garantizado su autosustento… y estén fuertemente armadas para defenderse de las hordas de hambrientos (tú, yo y los millones que vivimos en las ciudades, ingenuamente confiados en una cadena de suministro totalmente basada en el petróleo).
Por supuesto, se trata sólo de una novela… ¿o tal vez no?
Lo que resulta más inquietante de ‘Cenital’ es su verosimilitud. Bueso abre cada capítulo con una cita de economistas, demógrafos, geólogos y otros profetas del “peak oil” como la que encabeza este artículo. Estas citas reales y el propio blog que escribe Destral, el protagonista del relato, acercan el libro al género del ensayo, tal vez inaugurando la categoría de ensayo-ficción de corte apocalíptico, que sin duda hubiera recibido los parabienes de Isaac Asimov.
‘Cenital’ transcurre en algún momento posterior a ‘El tiempo del lobo’ (la sensacional y poco conocida película de Haneke) y tal vez simultáneamente a ‘La carretera’ (no es difícil imaginarse a Viggo Mortensen y a su churumbel llamando a las puertas de la ecoaldea fundada por Destral), pero al contrario de estas ficciones en ‘Cenital’ sí conocemos el origen del colapso, la violencia y la hambruna subsiguientes: el citado pico del petróleo, prólogo inevitable del agotamiento del codiciado líquido, que, según más de uno, ya hemos superado.
En este sentido, la novela comparte territorio con la saga ‘Mad Max’ pero con un pequeño matiz, sagazmente desvelado por el autor: en un escenario de agotamiento del petróleo los supervivientes no andarán en motos y coches de 200 CV y, sobre todo, la locomoción será el más pequeño de nuestros problemas; el auténtico tendón de Aquiles de nuestra sociedad es la agricultura industrial, totalmente dependiente del petróleo y sus derivados (fertilizantes, insecticidas, maquinaria y transporte). Como dice uno de los personajes de ‘Cenital’, “literalmente, comemos petróleo”.
Para completar el cuadro “No future”, el autor se cuida muy mucho de cercenar cualquier atisbo de esperanza. ¿Energías alternativas? “Con la energía que produce un aerogenerador nunca se podrá fabricar una aerogenerador”. En esto, volviendo al plano de la realidad, está de acuerdo Antonio Turiel, autor del blog The Oil Crash: “El mundo consume 14 teravatios hoy en día. El máximo potencial de la eólica es de 1 teravatio y el de las fotovoltaicas, entre 2 y 5 teravatios”.
Los supervivientes de ‘Cenital’ son un trasunto de los acampados del 15-M tras darse un baño (metafórico, claro) de realidad hobbesiana: si nuestros indignados son corderos convencidos de la inherente bondad humana, versión Rosseau, Destral y los suyos descubren que en el caos no sólo los más aptos sino también los más feroces son los que logran sobrevivir. Como reza la deprimente camiseta de Agro, uno de estos perroflautas con licencia paramatar: “Malthus era un optimista”.
Una lectura, en suma, que le amargará las vacaciones. ¿Acaso te la vas a perder?
Corolario:
“El escenario que pinta el fin de los combustibles fósiles no es una película contada por pesimistas profetas del fin del mundo, sino una mirada a la escasez de los años y décadas por venir que debe tomarse en serio”.
Deutsche Bank. “Posibilidades energéticas tras la era del petróleo” (2004).
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