Tú, como yo, habrás escuchado alguna vez la historia de la ardilla que podía ir desde Gibraltar a los Pirineos de rama en rama sin necesidad de pisar el suelo. Según esa fábula, España era en tiempos un vergel y hoy –no hay más que verlo- un erial. Sin embargo, la historia es más falsa que un billete de cuatro euros: la superficie forestal de España no ha dejado de crecer desde que existen datos fiables (1) y es hoy probablemente mayor que en cualquier otro momento, al menos desde que Pangea se disgregó: entre 1995 y 2008, el número de árboles en España aumentó en 2.200 millones. Tocamos a 150 árboles por cabeza.
Supuestamente, el primero en asignar una naturaleza boscosa a la Península Ibérica fue el geógrafo romano Estrabón, quien en el tercer libro de su “Geografía” (siglo I a. C.) describe Iberia como «una gran extensión de montañas y bosques». Pero no hay en todo el libro una sola mención a la famosa ardilla.
Italo Calvino reescribe el mito en el capítulo IV de su famosa novela “El barón rampante”. Según pone en boca del narrador, hermano menor del joven barón que va de rama en rama: “Yo no sé si será cierto eso que se lee en los libros, que en tiempos pasados un mono que hubiera partido de Roma saltando de un árbol a otro podría llegar a España sin tocar el suelo”. No, joven Biaggio, no es cierto.
Pero ni Estrabón ni Calvino han tenido lo que se dice una influencia excesiva en el imaginario colectivo español, así que apuntemos los focos hacia nuestro más ilustre paleoecologista, el inimitable (pero muy imitado) Félix Rodríguez de la Fuente. En los primeros minutos del primer capítulo de su legendaria serie “El hombre y la Tierra” (“Prisioneros del bosque”), De la Fuente decía lo siguiente (leer en voz alta con la voz de Querido Félix):
“En tiempos históricos España fue un paraíso forestal. Un águila imperial, la reina de las aves de nuestros bosques, hubiera podido sobrevolar la península Ibérica sin dejar de sobrevolar un infinito manto verde. Hubiera viajado sobre pinares, sobre encinares, robledales, sobre bosques de coníferas, mediterráneos o caducifolios. Hoy, las últimas masas de nuestros bosques, en la cordillera pirenaica y cantábrica, permiten que las águilas puedan aún sobrevivir en un paisaje que debió constituir la generalidad de la Península Ibérica”.
Pero el paso implacable de los siglos, el fuego, el hacha, la agricultura, el pastoreo abusivo hicieron desaparecer, una tras otra, las más importantes de nuestras selvas (…) El paso del tiempo fue transformando la selva del águila imperial en la estepa de la avutarda.”
Los “tiempos históricos” a los que se refiere el ilustre divulgador han de ser muy lejanos y, por tanto, prehistóricos, porque España siempre ha tenido un aspecto muy parecido al actual: bosque mediterráneo, grandes llanuras sin árboles en la meseta, bosques de coníferas en las cordilleras y poco más. En la misma época de Estrabón, Plinio el Viejo describía así a Hispania: “por lo demás, los montes de las Hispanias, áridos y estériles y en los que ninguna otra cosa crece, no tienen más remedio que ser fértiles en oro.»
Como sucedió en el resto de Europa, la mayor pérdida de bosque primario probablemente se produjo durante la Edad Media, cuando el aumento de población fue directamente proporcional a la tala de bosques. Los árboles no sólo eran talados para ganar terrenos para nuevos pastos y sembrados sino, sobre todo, para conseguir leña para cocinar y calentar las casas. En este sentido, el vilipendiado petróleo hizo más por los bosques que todos los programas de reforestación, las campañas contra el fuego o los documentales bienintencionados.
El mito de una península selvática también debió de influir en Franco, que se empeñó contra toda lógica en devolver a España el manto vegetal que nunca tuvo y ordenó en los años 50 un absurdo (por costoso) programa de repoblación vegetal en Castilla, relatado magistralmente por un estupefacto Miguel Delibes en “Las ratas”.
Por cierto, a nivel mundial los datos no son muy diferentes: merma el bosque tropical, y eso es muy preocupante, pero no deja de crecer el bosque templado en el hemisferio norte, con lo que la superficie boscosa total apenas ha variado en los últimos 70 años.
(1) Inventario Forestal Nacional III, [pdf.] Otros mitos derribados:
Desrribando mitos: 1. El mundo es cada vez más violento.
Derribando mitos: 2. Adicción a Internet (Eduardo Arcos)
Derribando mitos: 3. Los alimentos biológicos son más sanos
Derribando mitos: 4. El mundo está cada vez peor (Y esto no hay quien lo arregle)
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