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Qué felices seremos los dos punto cero


Pasen y vean, el maravilloso mundo de color en el que vivimos gracias a internet y eso tan de moda como las redes sociales. Confío en que siendo la primera semana del vacacional mes de agosto, no haya lectores al otro lado del teclado, porque estén siguiendo mis humildes consejos de salir a la calle, al campo, a la playa o a los pueblos y socializar de verdad. Quizá no puedan evitar decirle «me gusta» a lo que vean sólo a sus parejas o acompañantes y usen sus smartphones para inmortalizar el momento y subirlo a sus perfiles dos punto cero.
Pero hagan lo que hagan, no olviden sonreír. Han de parecer ustedes felices y triunfadores merecedores de esas vacaciones, lo sean o no. Eso es lo de menos, porque en realidad, curioso concepto, ustedes ya no son seres anónimos sino como dice Seth Godin en su blog, ustedes ya son auténticas celebridades, y se comportan como tales. Y un famoso debe ser siempre alguien más que admirable, envidiable. «Que no se respire miseria» que decía alguien que conocí hace tiempo, pero, mire usted por donde, ya no recuerdo quién era. Quizá porque algún día, olvidó sonreír, o decir lo que le gusta…

Y esa puede ser una de las claves del éxito de Facebook, que ya sabemos que se trata de la mayor fuente de cotilleo y eso nos encanta,  pero no sería lo mismo si colocaran el tan deseado botón «No me gusta«, porque hoy lo que queremos es presumir de lo grandes que somos y lo muy felices que estamos. Y mucho ojo con decir lo contrario. Lo cool es ser feliz, o parecerlo y está enredado en una sociedad en la que se cuenta contigo siempre que seas tan feliz y triunfador como los demás. Y como use esa red para contar sus penas, en menos de dos comentarios aparecerá el consabido consejo de cambiar su actitud, que es en realidad lo que le pasa. Tanto ver la televisión y a lo mejor, no ha aprendido a ser un teletubi, de colores, sin sentido pero feliz. Por cierto, siempre me dieron bastante miedo esos personajes. Yo soy más de Disney o Barrio Sésamo, con historias de buenos y malos definidos, en los que cuando había que llorar, se lloraba. Y me parece una nueva forma de esclavitud muy peligrosa. Lo siento, a partir de aquí, puede no gustarle lo que lee.
Sònia Valiente, periodista y blogger, hizo alarde de su apellido y me descubrió rápidamente el auténtico «Secreto«, y no precisamente el de la Ley de la Atracción, en un post llamado «Sonríe o Muere«:

«Si fuera tan sencillo como beberse un refresco, acudir al gimnasio o cumplir con el coito semanal, los libros de autoayuda no se venderían como si no hubiera un mañana.»

Lo hacía a su vez, utilizando el título de un libro escrito por la estadounidense Barbara Ehrenreich que denuncia la corriente dominante del «Optimismo a la fuerza» y que un artículo publicado en El País describe así:

«Esta seudoideología casi infantil es suscrita al alimón por economistas, políticos, psicólogos, médicos y estrellas de la televisión. Según la misma, las víctimas de la crisis no solo tienen que sufrir en silencio su desgracia sino que casi se ven obligadas a estar contentas.»

No sé si les va sonando. Supongo que no, porque ustedes en realidad, son felices. Tan triunfadores como su bio de twitter y tan guapos como la foto de su avatar. Por eso, empezarán a desconfiar de este escritor que recela de tanta sonrisa. Igual es que no he entendido que gracias a las redes sociales, ya nos somos lo que somos, somos lo que contamos. Y por ello, podemos convertirnos en lo que queramos.
Y si no me creen a mi, tomen nota de lo que opina la antropóloga argentina Paula Sibilia, que ha participado en un ciclo de conferencias en el CCCB de Barcelona, cuando dice «Yo soy mi facebook«:

«Los diarios íntimos o las cartas eran un diálogo consigo mismo o con una persona concreta, hoy los blogs, las redes sociales, consisten en la exhibición pública del Yo. Y en muchas novelas autor, narrador y protagonista es la misma persona» y «los personajes que nos inventamos para tener la aprobación de los otros también son reales»

Ahí le ha dado. Necesitamos la aprobación de los demás, y nadie aprueba que estés triste. Da mal fario. Necesitas salir en la foto de grupo diciendo «Cheer» porque, como continúa el artículo…

«Si lo importante no es la esencia sino la apariencia, necesitas ser visible para existir. La diferencia entre una persona y un personaje es la soledad.»

Pero ya nadie está solo si no quiere. La media de amigos de cualquier persona conectada son 150 sonrisas. Y gracias a esa compañía, somos más felices y más fuertes. Más libres. Y si no lo somos, que lo parezca, aunque sea por contrato, como se explica la deliciosa Mala de la Película, cuando en un verdadero ejercicio de valor y coraje, se desahoga en su blog personal, que para eso lo es. Aunque por su profesionalidad en el mundo del social media, sabe que ha de advertir a los lectores para que no se lo tengan muy en cuenta, empezando:

«Un poco por contrato, un poco porque me gusta el disfraz de superheroína, (aunque me quede fatal), ultimamente lucho un montón contra la tristeza.»

Pues esas sonrisas, pueden ser las del Joker, y aquellos que tanto nos quieren virtualmente pueden ser nuestro peor jurado. Así lo define, en lo que no paro de releer desde hace semanas, la reseña del espectáculo «Crazy Love«:

«Habitamos una sociedad globalizada que se autovigila a tiempo real emitiendo juicios de valor de manera casi instantánea sobre todo lo que hacemos, pensamos y decimos. Nunca hemos disfrutado de tanta “libertad vigilada”

Libertad vigilada. Dos palabras que no combinan bien. Porque si nos vigilan, no nos sentimos libres para ser como somos, felices o no. Y sólo nos esforzaremos en parecerlo. Y quien no consiga serlo, siempre puede disfrutar un rato destripando a quien por un momento se muestre humano, y cometa el más mínimo fallo. Como también critíca muy ácidamente un artículo de ABC a cuenta de un tuit de Paula Vázquez en el que confundió la expresión «O sea» con la palabra «Ósea» y sirvió de escarnio «a la Bisbal«… «Sobre todo para los que con una @ delante están todo el rato que se escriben encima.»
Al final, va a parecer que como digo siempre, la gente es gente y todo es lo mismo. Esclavos de las apariencias y «el qué dirán«, que decía mi madre. Pero no seré yo quien les deje con mal sabor de boca y les borre la sonrisa de la cara. Todo lo contrario, mi intención es pintarles una sonrisa duradera. Aunque sea con ácido como la del Joker. Convencerles de que sean felices realmente, no que intenten parecerlo. Y que puede que mostrarse tal y como son, también con sus debilidades y tristezas, les haga comprender que la felicidad sólo se logra siendo libres, y siendo uno mismo. Y si no, pueden probar a cantar todas las noches la canción del video que ilustra el post. Les dejo la letra:

MI CASITA DE PAPEL

(Radio Topolino Orquesta)

Encima las montañas tengo un nido

que nunca ha visto nadie como es,

está tan cerca el cielo que parece

que ha sido construida dentro de él.

Encima las montañas viviremos

el día que tú aprendas a querer,

y así podrás saber como es el cielo,

viviendo en mi casita de papel.

Que felices seremos los dos

y que dulces los besos serán.

Pasaremos la noche en la luna,

viviendo en mi casita de papel.

De papel, de papel,

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