Cada año, el 21 de septiembre se celebra el Día Internacional de la Paz en todo el mundo, un día dedicado a fomentar la cultura de la no violencia y donde las Naciones Unidas invitan a todos los pueblos a conmemorar esta fecha mediante iniciativas de educación y sensibilización pública sobre cuestiones relacionadas con la paz.
Y es que la paz no es un concepto que concierna solo a los países, sino un reto para alcanzar desde todos los ámbitos. Vivir en armonía es un desafío para vecinos, compañeros de trabajo, padres e hijos, personas de diferente ideología…
Sin embargo, aunque nos corresponde a todos reclamar el derecho a vivir en un ambiente de paz, existen lugares donde la no violencia y la oposición a las guerras se respira de una forma más intensa. Enclaves donde se guarda memoria al horror causado por distintos conflictos, pero también a la superación de ellos a través de la construcción de puentes entre personas y culturas. En suma, homenajes a la humanidad, al poder infinito y restaurativo del amor.
Porque en un mundo como el actual, reivindicar lugares como Hiroshima, Guernica o Berlín se torna obligatorio, al igual que honrar la memoria de aquellos personajes que, como Gandhi o Luther King, lucharon por la conciliación cuando esta se atisbaba más compleja.
La capital noruega lleva albergando los Premios Nobel desde 1901, lo cual se traduce en más de un siglo de prestigio para la ciudad a través de toda clase de personajes meritorios, entre los que se encuentran los que contribuyeron a la paz de una forma u otra. Por ello, el Centro Nobel de la Paz, una bonita estación de tren del siglo XIX restaurada, se convierte en una de las visitas obligatorias para aquellos que pisan Oslo. Un repaso histórico por aquellos hombres y mujeres que se levantaron en contra de todas las caras violentas que tienen los conflictos, un sendero de luz que se abre paso por las zonas más oscuras de la historia de la humanidad.
Pocos ataques bélicos han conmocionado tanto al mundo como el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki. Un 9 de agosto de 1945 la detonación de la bomba ‘Fat Man’ redujo la ciudad japonesa de Nagasaki a ruinas y hierros retorcidos de forma instantánea, llevándose por delante más de 100.000 vidas y miles de supervivientes marcados de por vida por la radiación. Los japoneses han levantado un memorial que pretende informar a las generaciones futuras de lo que ocurrió en la ciudad para aprender de la historia y construir un mundo pacífico libre de violencia y armas nucleares. El complejo transmite una atmósfera tranquila y solemne, que expresa el sentido duelo de Japón por sus víctimas y conmemora la paz eterna.
Mani Bhavan fue la casa del centro de Bombay donde vivió Mahatma Gandhi, siendo el centro de sus actividades políticas entre 1917 y 1934 y donde fue detenido el 4 de enero de 1932. Hoy es un sencillo museo que recoge una gran biblioteca con más de 50.000 ejemplares sobre la paz y la filosofía de Gandhi y otros autores. Se exhiben en su interior fotografías, documentos, objetos personales y la antigua rueca de Gandhi, que se considera un símbolo de la lucha por la independencia, un retorno a las raíces y la posibilidad de autoempleo para la gente pobre.
El pueblo de Guernica, situado en el corazón del País Vasco, tiene un fuerte simbolismo en el movimiento antibélico, gracias al famoso cuadro de Picasso retratando los horrores de la Guerra Civil Española. Además, la ciudad que fue reducida a escombros por bombarderos alemanes e italianos, hoy alberga un museo por la paz, que pretende hacer sentir y vivir aquel terrible escenario de la historia. Sin embargo de la mano de la emotividad y de la empatía este museo nos ensancha el camino de la reconciliación, un lugar para pensar que a la paz podemos darle forma entre todos.
Shati Stupa es una pagoda budista construida en 1980 al norte de la India sobre una colina de la ciudad de Leh, a más de 3.500 metros sobre el nivel del mar. Celebra los 2.500 años de budismo y promueve la paz mundial, y por ello es visitado por miles de turistas al año. Lo cierto es que el monumento es toda una oda a la paz, inmaculado por el color blanco y con una impresionante vista panorámica de las montañas y el tranquilo pueblo de Changspa, un lugar donde reencontrarte con lo mejor del ser humano.
La ‘Imagine Peace Tower’ es una obra concebida por Yoko Ono en memoria de John Lennon situada en la isla Viðey en Reykjavík, Islandia. La torre se compone por un potente haz de luz y es visible desde el 9 de octubre, fecha del nacimiento de Lennon hasta el 8 diciembre, fecha en la que fue asesinado. El matrimonio consagrado a la campaña por la paz mundial desde los años 70 ha sido uno de los mayores iconos antiguerra de las últimas décadas. En las paredes de la torre está inscrita la frase ‘imagina paz’ en 24 lenguas distintas.
Berlín ha sido simbólicamente otro de los centros neurálgicos de la paz de la historia reciente. Tras la Segunda Guerra Mundial, la tensión entre EE.UU. y la URSS no dejaba de crecer y parecía que el mundo se abocaba a una tercera guerra mundial con Berlín dividida en dos por un muro que contenía a los dos bloques enfrentados. En 1989 cayó el muro y con él, los ciudadanos de distintos bandos pudieron abrazarse, por ello hoy la parte más larga del muro que queda en pie es un museo vivo por la paz, lleno de murales que representan la reconciliación, como el de famoso beso entre los líderes comunistas de la RDA y la URSS.
Los dueños de la escultura del pintor expresionista Barnett Newman se la ofrecieron a la ciudad de Houston en 1968, cuando Martin Luther King fue asesinado, para conmemorar la memoria de este luchador por los derechos civiles de los afroamericanos. Finalmente fue ubicada en la Capilla Rothko, un centro abierto a todas las creencias y religiones, como símbolo del entendimiento y la conciliación. Su forma mutilada se hace de eco del trágico final de Luther King, pero también de que su mensaje hoy sigue vibrando en los EE.UU.
‘Le Mur pour la Paix’ fue levantado en el parque Champs de Mars, frente a la Torre Eiffel y la escuela militar de la ciudad parisina. La palabra paz aparece a lo largo de toda la construcción, escrita cientos de veces en más de 49 idiomas. Aparte de esto, el monumento cuenta con 30 monitores conectados a internet en su interior, que proyectan mensajes de paz enviados por internautas alrededor del mundo. Sin duda, los muros nos suscitan conflictos y barreras, y son uno de los símbolos más utilizados para combatir la idea de enfrentamiento a través del amor y la paz.
El 6 de agosto de 1945, el primer ataque nuclear de la historia borraba del mapa la ciudad japonesa de Hiroshima, llevándose la vida de 80.000 personas y resultando otras 70.000 heridas. Sin embargo, una estructura se mantuvo en pie ante la devastación: la Cúpula de Genbaku, hoy Monumento de la Paz de Hiroshima. El esqueleto del edificio se ha mantenido no sólo para mostrar la barbarie provocada por la guerra sino para señalar un camino que debe ser incuestionable y que el mismo Japón tomó a los pocos días del bombardeo: la desmilitarización y la paz.
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